"Lo que no se convierte en recuerdo, no fué"

9 oct 2010

M...!!

No recuerdo que sentí el día que te conocí.
Mi mente decidió también deshacerse de todos aquellos detalles insignificantes de los primeros días, como pueden ser tu peinado, o mi ropa.

Te mentiría si dijera que de inmediato sentí que marcarías mi vida.

Nos presentaron por casualidad, y creo que si permanecimos juntos el resto del día fue movidos por un sentimiento de empatía. Nos aferramos a la existencia del otro para evitar reconocer que nos encontrábamos perdidos. Sintiéndonos como la única cara conocida de entre tanta gente extraña, o por lo menos eso fue lo que sentí yo.
Y aunque nunca te lo he dicho: fue reconfortante poder contar contigo.

Te conté que pronto llegaría el que más tarde se convirtió en el tercero en discordia.
Él, por ese entonces, había decidido tomarse unos (a su parecer) merecidos días libres.
Nuestra relación no era nueva, pero esa es otra historia a la que dedicaré un capítulo a parte en otra ocasión.

Si de recuerdos se trata, podríamos ponernos a divagar por ellos, sin embargo, lo que busco no es eso. No trato de rememorar el comienzo de la historia, y es que aunque eso pretendiera, no podría. No podría arriesgarme a traicionar a la verdad, o desvalorizar la historia con recuerdos subjetivos.
Intento transmitir, aunque sea en vano, cuan importante son para mí.
Trato de que comprendas la seguridad que me rodea cuando estamos juntos, porque no hay hipocresía ni desconfianza, no hay deslealtad ni ninguno de esos sentimientos que suelen asaltarte cuando te rodeas con personas nuevas.
Quiero hacerte saber que es complicidad lo que hay entre los tres, compenetración y un sentimiento de protección continua.
No sé si sabes que, a pesar de lo tópico que pueda sonar, estoy contigo.
Ignoro si apenas imaginas una ínfima parte de lo orgullosa que estoy de ti.
Y desconozco si eres consciente de lo que te valoro y te quiero.

Lo cierto es que tenía esto escrito desde hace tiempo, y ahora que lo leo no me parece tan grandioso…Es más, me parece hasta poca cosa sabiendo que va dirigida a ti. No obstante, creo que todo lo dicho es simplemente un reflejo de lo que vivimos día a día., y todo lo que pudiera decir aquí no va a cambiar nada. Sin embargo, solo quería que lo supieras, por si aún no te ha quedado claro.

Te Quiero

13 jul 2010

...suelo soñar

El mismo sueño recurrente.
Una historia que, siempre con los mismos personajes y sin variar excesivamente la trama, consigue descomponer mis noches, ocasionando graves destrozos en mi estado anímico durante el día.
Independientemente de que las posibilidades de que algo así ocurra sean reducidas, casi nulas, es inevitable el malestar.

No sé cómo, ni por qué, aparezco en su portal, o en las inmediaciones de su casa. Tengo ganas de verla, y la seguridad de que será simplemente una visita.

Entro, y sin una gran efusividad, la saludo.
Recojo mis cosas, relegadas al olvido y carentes ya de cualquier valor.
Me quiero quedar un rato más con ella, pero sé que tengo que irme lo antes posible.

En ese momento, todo empieza a tornarse gris.
Él aparece, y su mera presencia hace que necesite huir. Actúa con la paciencia de un depredador y yo comienzo a sentir presión en el cuerpo, agobio, asfixia, como si me encontrara aprisionada entre dos grandes muros de piedra.
Su mirada impávida me hace saber que no puedo marcharme.

Intento por todos los medios escapar, ya sea saltando desde un tercer piso, con un aterrizaje suave y perfecto (como suele pasar en los sueños) o simplemente saliendo a la calle en busca de un taxi.

A cada instante siento su presencia detrás de mí. Su olor repulsivo y su voz penetrante retumbando en mis oídos.
Mis pulsaciones alcanzan su máximo, y toda yo estoy temblando, empapada en un sudor frío.
A veces mis pasos no surten efecto alguno, no avanzo, incluso retrocedo.
Me alcanza por momentos, pero escapo en el último instante.

Me invaden los remordimientos por dejarla con él, pero no puedo hacer nada más que culparla. Culparla, por haberle permitido convertirse en un ser despreciable, por renegar de mí, por no haberme llamado en tantos años y por seguirla extrañando después de todo.



Conclusión:
Voy a tener que prescindir de las cenas pesadas durante un tiempo. Seguro va a ser eso.

4 jul 2010

...miedo

Se erizan los pelos de la nuca, un sudor frío desciende por la espalda, se entrecorta la respiración, y el corazón se acelera…irremediablemente te quedas paralizado.
…Que sentimiento tan extraño el miedo.

Hay personas a las que les aterran banalidades tales como los insectos. Seres insignificantes cuya presencia no debería condicionar nuestra existencia, y que sin embargo tienen ese “algo” que puede perturbar nuestro ánimo.
A otros, en cambio, les preocupa la soledad, el dolor, el ridículo, la pérdida. Sé incluso de quién teme cambiar tanto que no llegue a reconocerse, y no hablo de un cambio físico, sino psicológico, en tu forma de ser, en tu esencia.

Lo que está claro es que variedades hay tantas, como personas capaces de albergarlos.
Y no solo personas, porque es una emoción básica y primaria, atribuible a todos los seres vivos sin excepción.

A mi, por ejemplo, siempre me ha aterrado la oscuridad…
Sí, solo eso, la oscuridad, el vacío, la nada.
Y no es que le tema al Coco, o al Hombre del saco…es simplemente la oscuridad.
Podría inventarle algún tipo de significado oculto y relacionarlo con una especie de trauma infantil que resurge y se activa en mi subconsciente cuando estoy a oscuras.
Podría incluso relacionarlo con algo más trascendental a la vez que profundo, como una exteriorización del temor a la soledad…
Sin embargo estaría faltando a la verdad, porque lo cierto es que basta con una habitación carente de luz para contraer mis músculos hasta el punto de acabar en posición fetal en algún rincón y repitiendo en mi cabeza canciones infantiles para evadirme.

He intentado todo tipo de auto-tratamientos, desde terapias de choque, hasta meditaciones propias de Jorge Bucay y lo cierto es que nada resulta…

Creo que voy a tener que aprender a convivir con eso para los restos!!

19 jun 2010

...recuerdo que olías a nueces.

3 jun 2010

...

¿Recuerdas cuando llegaste a casa?

Seguramente, si tu condición no fuera la que es, te acordarías. O tal vez sí te acuerdes. No sé exactamente qué capacidad intelectual tienen los de tu especie.

Te trajeron en brazos, y tu mirada no dejó indiferente a nadie. Serena, en ocasiones impávida. Nos tranquilizaba.

A pesar de que tu genética auguraba robustez y fuerza, que solo fue perceptible durante pocos años de tu existencia (teniendo en cuenta que tu existencia ha durado, ya de por sí pocos años), en la actualidad esas características brillan por su ausencia.
Estás desmejorado y débil. Apenas te mueves, y tampoco comes.

Hoy sostuve tu cara entre mis manos. Se me hizo raro, sabiendo lo independiente que eres, sin embargo, en los últimos momentos la sensibilidad aflora, y también tú necesitas cariño.
Tu respiración, pesada, y tus pocas fuerzas me lo dijeron todo.
Adapté mi forma de respirar a la tuya, seguí tu ritmo…Estoy aquí.
Me miraste de una forma en la que nunca me habías mirado…transmitías algo. Tal vez un “no me dejes” o no, no, creo que fue un “no llores”.
Demasiado tarde.

En esos futuros recuerdos (y pensaba dedicarles una entrada aparte, pero es preciso mencionarlos aquí) que suelo tener cuando me planteo cosas que están por suceder, traté de hacerme una idea de cómo sería el momento en el que te tuviera que dejar…
Creo que no lo puedo asimilar a priori, ni siquiera puedo imaginármelo…
Se requiere sangre fría, y carezco de ella. Me vino de serie.

No obstante, ser realista es tarea obligada cuando te encuentras ante escenas como las que vivimos contigo. Y sé que va a llegar pronto.
Medicamentos, antibióticos, tratamientos y cirugías, no pueden hacer nada ya, aunque lo intentemos.

Quiero que sepas que en ese momento, en ese preciso instante, recordaré que olías a nueces. Solo eso. Me pararé a recordar el olor que siempre te caracterizó…Un aroma que, curiosamente, no era producido por ningún tipo de adulterante.
Una fragancia solo perceptible al hundir la cara en tu cuerpo...


Lo siento:
No existe banalidad mayor.
No he escrito nada más absurdo…
Puede parecer trivial, insustancial...carente de importancia.
Incluso mal escrito...sin concordancia y con problemas léxicos.

Lo convierto en receptor de un mensaje que no comprendería ni aunque quisiera.

Pero son sentimientos que solo entiende quien haya tenido un perro.


11 may 2010

...a veces odio recordar

Sin quererlo me topé contigo.

Te encontré ahí, donde la impotencia, la intolerancia, la mentira, la hipocresía, la antipatía…
Tal vez por masoquismo, o simplemente tratando de encontrar una explicación a tantos sentimientos negativos, mi subconsciente hurgó entre los malos recuerdos.

Estás en el lugar de los recuerdos imborrables por dolorosos. Aquellos que contaminan a los buenos. Los que, como si de un espeso fuel se tratara, impregnan cada rincón de tu mente, y, aunque trates de extirparlos, siempre dejan huella.
Pasan desapercibidos. Pero se encuentran justo ahí, ocupando un espacio esencial, sin que puedas desprenderte de ellos, taparlos con otros alegres, o ignorar su presencia.

No fue difícil dar contigo, pues ocupas la mayor parte de ese espacio. Y sin embargo, me sigue costando asumir que estés clasificado en ese grupo.
Pero no me culpes. No fui yo quién te puso ahí.
No, no puedo hacer eso con los recuerdos.
No puedo controlar su libre albedrío, pues se colocan por sí solos dependiendo de lo que evoquen en mi.

Me enseñaste muchísimas cosas, no puedo negártelo. De ti aprendí que se puede odiar, guardar rencor, y al mismo tiempo tener una infinita lista de reproches.
Sin embargo, son cosas que debí haber aprendido, tal vez, de amigos, enemigos, o simplemente no haberlas aprendido nunca.

Tampoco es frecuente acumular este tipo de sentimiento hacia una figura como la que tú deberías representar en mi.

Aborrezco tu risa y la forma de tu pelo, tu olor y el sonido de la pita de tu coche.
Detesto cada una de tus llamadas nocturnas, e-mails y cartas con desvaríos diversos.
No concibo como puedes mostrar dos caras completamente diferentes.

Odio como la trataste, y que eso la haya marcado de por vida.

Pero sobretodo odio tener que cargar contigo y tu recuerdo.

Que seas un lastre, lo odio.

9 may 2010

Vidas anónimas

Unos ojos verdes, muy claros, casi grises, dando vida a una mirada ausente.
Irradiaban inocencia. Revelaban algún tipo de deficiencia mental, apenas perceptible.
Apoyado en la ventana divagaba por su mente, o simplemente contaba las líneas en la carretera.

Dos señoras hablaban de los achaques de la edad, de lo grande que están sus nietos, de lo raro que está el tiempo.
Con una falsa sinceridad se sonreían y se preguntaban sobre sus familias, maridos, hijos,… Haciendo creer a la otra que de verdad le importaba.

Sospechosa sombra de barba, y entradas capilares a temprana edad, que trataba de disimular con una larga melena perfectamente planchada. Ropa y aroma de mujer, que, sin embargo, no ocultaban que nació en un cuerpo equivocado.

Un discman que se resiste a la extinción, en manos de un ex presidiario. Nerviosismo patológico, tatuajes talegueros y chaqueta militar. Infancia marcada por algún tipo de trauma, juventud problemática, y madurez demasiado tardía.

Y una chica con una maleta y mucha imaginación.

¡Mira que va gente rara en la guagua!

29 abr 2010

Recuerdos sin aviso...

Con lágrimas en los ojos te abrazó.
Incrédula, al principio, te miraba, y luego a nosotras.

Ella trataba de buscar en tu rostro las huellas del pasado. Aquellos rasgos físicos que nos caracterizan de por vida. Una nariz desproporcionada, tal vez alguna cicatriz de infancia, unos labios finos, cejas despobladas… Pero solo destacó tu belleza.

A medida que pasaban los minutos fue asimilando la idea de que tal vez no te acordaras de ella.
¿No sabes quién soy?- te preguntó
Nosotras, ante tu desconcierto, y el apuro que sabemos que te producen esas situaciones, te lo dijimos; pero tú te excusabas, diciendo que habían pasado muchos años (años que, sin embargo, no te pueden hacer olvidar, por causas normales, a ese tipo de personas).

La sentí afligida. Abatida por el paso del tiempo y por los cambios que se habían producido en ti. Como si todo lo que eras se hubiera marchitado.

Es lógico. Pero no supo ver más allá.
Si apenas hubiera pasado una hora contigo. Si simplemente hubiera sido capaz de mirar dentro de ti. De buscar tu esencia. Si hubiera podido, se habría dado cuenta de que sigues siendo quien fuiste, pero con menos recuerdos.
Sabría que eres igual de noble que antaño, y que, en cuanto a tolerancia y respeto, eres increible (algo que a tus años es casi imposible encontrar).
Estando contigo no es dificil percatarse de que como persona no hay quien te supere.

A pesar de todo, creo que en ese momento supe lo que ella pensaba “¿cuándo llegaste a estar así?”

El parecido entre ustedes era indiscutible.
Ella era mayor que tú, aunque no lo parecía. Tal vez unos tres o cuatro años.

Percibí en su rostro una marca…pero no es posible que fuera una cicatriz. Tenía una forma demasiado peculiar. Como si un niño la hubiese dibujado justo ahí por simple capricho, en su mejilla. Era una marca en forma de corazón… que sin duda nunca había visto, pero que me permitiría recordarla por el resto de los años.

Nos contó de su vida y de los achaques de la edad. Algunos recuerdos compartidos contigo, que esperaban un gesto en señal de asentimiento que no llegó.
Repetía que no lo esperaba, que no lo imaginaba así.

Y no la culpo. Tú siempre has sido muy dejado para las relaciones familiares. Algo despegado, incluso, con los más allegados (excepto con nosotras, por las que siempre has sentido predilección).

No veías la hora de marcharte, y ella buscaba el modo de hacer que te quedaras.
Te abrazó. En un abrazo que emanaba amor, perceptible a kilómetros de distancia. Y sin poder aún alejarse de ti repitió una vez más mientras te besaba
- “…Mi hermano”

25 abr 2010

Haciéndote recordar...

Siempre he pensado que, cuando todo falta, cuando estás sumido en la mayor de las tristezas, cuando la soledad te persigue como si de tu propia sombra se tratara, cuando transcurren los años y sientes que tu vida se apaga, siempre puedes refugiarte en los recuerdos.
Fotocopias de los momentos vividos. Imágenes que se suceden en nuestra cabeza que, con mayor o menor dósis de realidad ( por aquella tendencia a modificarlos a nuestro antojo) afloran justo en los momentos de mayor debilidad, o que, por el contrario, aparecen en el momento preciso para alegrarnos el día.
Los recuerdos tienen la capacidad y la fuerza de transportarnos hasta momentos ya vividos. Pueden traer consigo olores, sensaciones, sonidos,… Pueden hacer que recordemos como nos sentíamos a los brazos de aquella persona que perdimos, que revivamos como olía el after-save de él, o como sonaba la risa de la amiga con la que perdimos el contacto. Tienen el poder hacernos caer en la mayor de las miserias en un microsegundo, o por el contrario hacernos reír a carcajadas simplemente rebuscando en ese cajón de los momentos olvidados que se depositan, sin que nadie los pusiera allí, en algún rincón de nuestra mente.
Pero ¿qué pasa cuando no queda ni eso?...

Sé que si recordaras todo lo que has vivido serías un poco más feliz que hoy…
Si tu mente te permitiera acordarte de tu infancia humilde junto a tus hermanos, y de cómo jugaban con una pelota hecha con cualquier cosa… tal vez encontrarías momentos de felicidad ,sólo, en tu habitación, evocando aquellos días.
Si fueras capaz de retroceder a tu juventud y rememorar lo grande que fuiste en épocas pasadas, de tus logros y victorias (que siempre te han llenado de orgullo, igual que a tus descendientes) vivirías aún contándonos historias de tus viajes.
Llámame conformista, pero me bastaría que pudieras amanecer en tu casa, sabiendo que es tu casa, que la pagaste tú (no con poco esfuerzos) …que esa que está sentada en el sillón de la tele es tu mujer que te dio tres hijos y otros tantos nietos que te adoran… Que a tus años, ya no tienes que trabajar más, no tienes responsabilidades y solo tienes que ser feliz…

Por eso cada día te lo digo, te lo repito hasta que me dices que lo sabes. Aprovecho cada instante para reiterarlo, gritarlo, cantarlo, preguntártelo… Te digo que Te Quiero, y que no te voy a dejar solo.
Me siento contigo en la cama y te cuento momentos que vivimos juntos y otros tantos que sé de tu vida. Y mientras lo hago no paro de mirarte, esperando que un gesto me diga que te acuerdas. Busco en tus azules ojos (aunque tú dices que el color se te ha ido desgastando), algún tipo de señal que me transmita algo de complicidad… Y en ocasiones encuentro eso que busco, pero esa fantasía dura apenas un par de minutos…un par de minutos que me valen para el resto del día.