"Lo que no se convierte en recuerdo, no fué"

13 jul 2010

...suelo soñar

El mismo sueño recurrente.
Una historia que, siempre con los mismos personajes y sin variar excesivamente la trama, consigue descomponer mis noches, ocasionando graves destrozos en mi estado anímico durante el día.
Independientemente de que las posibilidades de que algo así ocurra sean reducidas, casi nulas, es inevitable el malestar.

No sé cómo, ni por qué, aparezco en su portal, o en las inmediaciones de su casa. Tengo ganas de verla, y la seguridad de que será simplemente una visita.

Entro, y sin una gran efusividad, la saludo.
Recojo mis cosas, relegadas al olvido y carentes ya de cualquier valor.
Me quiero quedar un rato más con ella, pero sé que tengo que irme lo antes posible.

En ese momento, todo empieza a tornarse gris.
Él aparece, y su mera presencia hace que necesite huir. Actúa con la paciencia de un depredador y yo comienzo a sentir presión en el cuerpo, agobio, asfixia, como si me encontrara aprisionada entre dos grandes muros de piedra.
Su mirada impávida me hace saber que no puedo marcharme.

Intento por todos los medios escapar, ya sea saltando desde un tercer piso, con un aterrizaje suave y perfecto (como suele pasar en los sueños) o simplemente saliendo a la calle en busca de un taxi.

A cada instante siento su presencia detrás de mí. Su olor repulsivo y su voz penetrante retumbando en mis oídos.
Mis pulsaciones alcanzan su máximo, y toda yo estoy temblando, empapada en un sudor frío.
A veces mis pasos no surten efecto alguno, no avanzo, incluso retrocedo.
Me alcanza por momentos, pero escapo en el último instante.

Me invaden los remordimientos por dejarla con él, pero no puedo hacer nada más que culparla. Culparla, por haberle permitido convertirse en un ser despreciable, por renegar de mí, por no haberme llamado en tantos años y por seguirla extrañando después de todo.



Conclusión:
Voy a tener que prescindir de las cenas pesadas durante un tiempo. Seguro va a ser eso.

4 jul 2010

...miedo

Se erizan los pelos de la nuca, un sudor frío desciende por la espalda, se entrecorta la respiración, y el corazón se acelera…irremediablemente te quedas paralizado.
…Que sentimiento tan extraño el miedo.

Hay personas a las que les aterran banalidades tales como los insectos. Seres insignificantes cuya presencia no debería condicionar nuestra existencia, y que sin embargo tienen ese “algo” que puede perturbar nuestro ánimo.
A otros, en cambio, les preocupa la soledad, el dolor, el ridículo, la pérdida. Sé incluso de quién teme cambiar tanto que no llegue a reconocerse, y no hablo de un cambio físico, sino psicológico, en tu forma de ser, en tu esencia.

Lo que está claro es que variedades hay tantas, como personas capaces de albergarlos.
Y no solo personas, porque es una emoción básica y primaria, atribuible a todos los seres vivos sin excepción.

A mi, por ejemplo, siempre me ha aterrado la oscuridad…
Sí, solo eso, la oscuridad, el vacío, la nada.
Y no es que le tema al Coco, o al Hombre del saco…es simplemente la oscuridad.
Podría inventarle algún tipo de significado oculto y relacionarlo con una especie de trauma infantil que resurge y se activa en mi subconsciente cuando estoy a oscuras.
Podría incluso relacionarlo con algo más trascendental a la vez que profundo, como una exteriorización del temor a la soledad…
Sin embargo estaría faltando a la verdad, porque lo cierto es que basta con una habitación carente de luz para contraer mis músculos hasta el punto de acabar en posición fetal en algún rincón y repitiendo en mi cabeza canciones infantiles para evadirme.

He intentado todo tipo de auto-tratamientos, desde terapias de choque, hasta meditaciones propias de Jorge Bucay y lo cierto es que nada resulta…

Creo que voy a tener que aprender a convivir con eso para los restos!!