"Lo que no se convierte en recuerdo, no fué"

29 abr 2010

Recuerdos sin aviso...

Con lágrimas en los ojos te abrazó.
Incrédula, al principio, te miraba, y luego a nosotras.

Ella trataba de buscar en tu rostro las huellas del pasado. Aquellos rasgos físicos que nos caracterizan de por vida. Una nariz desproporcionada, tal vez alguna cicatriz de infancia, unos labios finos, cejas despobladas… Pero solo destacó tu belleza.

A medida que pasaban los minutos fue asimilando la idea de que tal vez no te acordaras de ella.
¿No sabes quién soy?- te preguntó
Nosotras, ante tu desconcierto, y el apuro que sabemos que te producen esas situaciones, te lo dijimos; pero tú te excusabas, diciendo que habían pasado muchos años (años que, sin embargo, no te pueden hacer olvidar, por causas normales, a ese tipo de personas).

La sentí afligida. Abatida por el paso del tiempo y por los cambios que se habían producido en ti. Como si todo lo que eras se hubiera marchitado.

Es lógico. Pero no supo ver más allá.
Si apenas hubiera pasado una hora contigo. Si simplemente hubiera sido capaz de mirar dentro de ti. De buscar tu esencia. Si hubiera podido, se habría dado cuenta de que sigues siendo quien fuiste, pero con menos recuerdos.
Sabría que eres igual de noble que antaño, y que, en cuanto a tolerancia y respeto, eres increible (algo que a tus años es casi imposible encontrar).
Estando contigo no es dificil percatarse de que como persona no hay quien te supere.

A pesar de todo, creo que en ese momento supe lo que ella pensaba “¿cuándo llegaste a estar así?”

El parecido entre ustedes era indiscutible.
Ella era mayor que tú, aunque no lo parecía. Tal vez unos tres o cuatro años.

Percibí en su rostro una marca…pero no es posible que fuera una cicatriz. Tenía una forma demasiado peculiar. Como si un niño la hubiese dibujado justo ahí por simple capricho, en su mejilla. Era una marca en forma de corazón… que sin duda nunca había visto, pero que me permitiría recordarla por el resto de los años.

Nos contó de su vida y de los achaques de la edad. Algunos recuerdos compartidos contigo, que esperaban un gesto en señal de asentimiento que no llegó.
Repetía que no lo esperaba, que no lo imaginaba así.

Y no la culpo. Tú siempre has sido muy dejado para las relaciones familiares. Algo despegado, incluso, con los más allegados (excepto con nosotras, por las que siempre has sentido predilección).

No veías la hora de marcharte, y ella buscaba el modo de hacer que te quedaras.
Te abrazó. En un abrazo que emanaba amor, perceptible a kilómetros de distancia. Y sin poder aún alejarse de ti repitió una vez más mientras te besaba
- “…Mi hermano”

25 abr 2010

Haciéndote recordar...

Siempre he pensado que, cuando todo falta, cuando estás sumido en la mayor de las tristezas, cuando la soledad te persigue como si de tu propia sombra se tratara, cuando transcurren los años y sientes que tu vida se apaga, siempre puedes refugiarte en los recuerdos.
Fotocopias de los momentos vividos. Imágenes que se suceden en nuestra cabeza que, con mayor o menor dósis de realidad ( por aquella tendencia a modificarlos a nuestro antojo) afloran justo en los momentos de mayor debilidad, o que, por el contrario, aparecen en el momento preciso para alegrarnos el día.
Los recuerdos tienen la capacidad y la fuerza de transportarnos hasta momentos ya vividos. Pueden traer consigo olores, sensaciones, sonidos,… Pueden hacer que recordemos como nos sentíamos a los brazos de aquella persona que perdimos, que revivamos como olía el after-save de él, o como sonaba la risa de la amiga con la que perdimos el contacto. Tienen el poder hacernos caer en la mayor de las miserias en un microsegundo, o por el contrario hacernos reír a carcajadas simplemente rebuscando en ese cajón de los momentos olvidados que se depositan, sin que nadie los pusiera allí, en algún rincón de nuestra mente.
Pero ¿qué pasa cuando no queda ni eso?...

Sé que si recordaras todo lo que has vivido serías un poco más feliz que hoy…
Si tu mente te permitiera acordarte de tu infancia humilde junto a tus hermanos, y de cómo jugaban con una pelota hecha con cualquier cosa… tal vez encontrarías momentos de felicidad ,sólo, en tu habitación, evocando aquellos días.
Si fueras capaz de retroceder a tu juventud y rememorar lo grande que fuiste en épocas pasadas, de tus logros y victorias (que siempre te han llenado de orgullo, igual que a tus descendientes) vivirías aún contándonos historias de tus viajes.
Llámame conformista, pero me bastaría que pudieras amanecer en tu casa, sabiendo que es tu casa, que la pagaste tú (no con poco esfuerzos) …que esa que está sentada en el sillón de la tele es tu mujer que te dio tres hijos y otros tantos nietos que te adoran… Que a tus años, ya no tienes que trabajar más, no tienes responsabilidades y solo tienes que ser feliz…

Por eso cada día te lo digo, te lo repito hasta que me dices que lo sabes. Aprovecho cada instante para reiterarlo, gritarlo, cantarlo, preguntártelo… Te digo que Te Quiero, y que no te voy a dejar solo.
Me siento contigo en la cama y te cuento momentos que vivimos juntos y otros tantos que sé de tu vida. Y mientras lo hago no paro de mirarte, esperando que un gesto me diga que te acuerdas. Busco en tus azules ojos (aunque tú dices que el color se te ha ido desgastando), algún tipo de señal que me transmita algo de complicidad… Y en ocasiones encuentro eso que busco, pero esa fantasía dura apenas un par de minutos…un par de minutos que me valen para el resto del día.